lunes, 23 de julio de 2012

¿Debería asumirse el tema de la bioética dentro de las políticas de salud pública?


Carlos Molina Velásquez

Para responder mejor a esta pregunta hace falta ampliarla: ¿se ha ocupado la bioética de lo que debería? Es evidente que el enfoque que proponen especialistas como Garrafa es bastante reciente, pero la bioética “tradicional” tampoco es algo muy viejo. Quizás eso sea una ventaja, como lo es el despertar latinoamericano en torno al tema.

Y algo que caracteriza a este despertar es su fuerte énfasis interdisciplinario. La complejidad de las situaciones exige un abordaje que acerque a filósofos, médicos, teólogos, sociólogos y a todos aquellos que puedan aportar desde su específico ámbito del conocimiento. Pero también obliga al investigador clínico a sumergirse en la filosofía o a que el teólogo se documente bien sobre los nuevos descubrimientos en el campo de la genética. No se trata de construir compartimientos estancos, sino generar un fructífero diálogo entre disciplinas y aún pensar en su misma reconstitución.

Pero la interdisciplinariedad no es suficiente, ya que si no se posibilita que los diversos involucrados —alguien diría: “los grupos de interés”— formen parte del esfuerzo de investigación, discusión, prescripción y regulación, el compartir entre disciplinas podría ser fácilmente convertido en un nuevo búnker al que sólo tendrían acceso los iluminados. Por eso es que las comisiones consultivas de bioética o los comités de ética de la investigación deben estar conformados por una amplia gama de personas que representen a sectores sociales, culturales y de creencias variadas, y no sólo por académicos y científicos.

Tampoco hay que olvidar que “las ciencias y las filosofías” no están libres de condicionantes culturales o de clase, por lo que debe garantizarse que en los esfuerzos en torno a la bioética participen representantes de diversos modos de pensar y las más variadas ideologías. Y en este punto es conveniente poner en guardia contra quienes sostienen que representan “una verdad más allá de los cambios históricos y las diferencias culturales” o frente a los que dicen hablar en nombre “del interés común que trasciende las ideologías”. Ambas son posiciones claramente ideológicas, precisamente por apelar a una neutralidad u objetividad que tiene por objetivo presentarlas como las únicas capaces de integrar las diferencias, cuando lo que realmente pretenden es anularlas.

 Una política de salud clara con respecto a la bioética no es sólo una necesidad sino que tiene carácter urgente, ya que debemos hacer frente a toda clase de problemas —persistentes y emergentes— que afectan a la población donde más le duele, y que es precisamente donde más podría dolerle al nuevo gobierno cuando llegue la hora de la rendición de cuentas. Por lo cual fue necesario la conformación de la Comisión Nacional de Bioética.

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