Carlos
Molina Velásquez
Para responder mejor a esta pregunta hace
falta ampliarla: ¿se ha ocupado la bioética
de lo que debería? Es
evidente que el enfoque que proponen especialistas como Garrafa es bastante
reciente, pero la bioética “tradicional” tampoco es algo muy viejo. Quizás eso
sea una ventaja, como lo es el despertar latinoamericano en torno al tema.
Y algo que caracteriza a este despertar
es su fuerte énfasis interdisciplinario. La complejidad de las situaciones
exige un abordaje que acerque a filósofos, médicos, teólogos, sociólogos y a
todos aquellos que puedan aportar desde su específico ámbito del conocimiento.
Pero también obliga al investigador clínico a sumergirse en la filosofía o a
que el teólogo se documente bien sobre los nuevos descubrimientos en el campo
de la genética. No se trata de construir compartimientos estancos, sino generar
un fructífero diálogo entre disciplinas y aún pensar en su misma
reconstitución.
Pero la interdisciplinariedad no es
suficiente, ya que si no se posibilita que los diversos involucrados —alguien
diría: “los grupos de interés”— formen parte del esfuerzo de investigación,
discusión, prescripción y regulación, el compartir entre disciplinas podría ser
fácilmente convertido en un nuevo búnker al que sólo tendrían acceso los
iluminados. Por eso es que las comisiones consultivas de bioética o los comités
de ética de la investigación deben estar conformados por una amplia gama de
personas que representen a sectores sociales, culturales y de creencias
variadas, y no sólo por académicos y científicos.
Tampoco hay que olvidar que “las
ciencias y las filosofías” no están libres de condicionantes culturales o de
clase, por lo que debe garantizarse que en los esfuerzos en torno a la bioética
participen representantes de diversos modos de pensar y las más variadas
ideologías. Y en este punto es conveniente poner en guardia contra quienes
sostienen que representan “una verdad más allá de los cambios históricos y las
diferencias culturales” o frente a los que dicen hablar en nombre “del interés
común que trasciende las ideologías”. Ambas son posiciones claramente
ideológicas, precisamente por apelar a una neutralidad u
objetividad que tiene por objetivo presentarlas como las únicas capaces de
integrar las diferencias, cuando lo que realmente pretenden es anularlas.
Una política de salud clara con respecto
a la bioética no es sólo una necesidad sino que tiene carácter urgente, ya que
debemos hacer frente a toda clase de problemas —persistentes y emergentes— que
afectan a la población donde más le duele, y que es precisamente donde más
podría dolerle al nuevo gobierno cuando llegue la hora de la rendición de
cuentas. Por lo cual fue necesario la conformación de la Comisión Nacional de Bioética.
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